La defensora de la moral pública
Rosa María Palacios es una periodista que da mucho que hablar, no solo porque habla mucho sino porque se mete en todo con aires de sabiduría eclesiástica e infalibilidad papal. Recientemente ha jugado un papel protagónico en el proceso revocatorio de la alcaldesa Susana Villarán, como si su cargo estuviera en la cédula electoral. Lo más curioso es que en todos estos meses RMP ha justificado tan esforzado entrometimiento en la campaña aduciendo que se trata de una cuestión de "moral pública". Así fue como se plantó en la puerta de la MML, con su armadura y su lanza, para defender a la alcaldesa porque, en sus propias palabras: las obras debían continuar y no se debía permitir que vuelvan a robar los de antes.
Pero resulta que esta campeona de la "moral pública", que utiliza a su antojo el espacio que maneja en los medios para hacer campaña electoral (no sabemos si gratuita) concluyó su campaña villaranista con una muestra más del nivel de inmundicia al que es capaz de llegar alguien por ganar unos puntos de rating, un minuto de fama, un sitio en la estampita. No se trata de Laura Bozo obligando a una pobre mujer a lamerle el sobaco a un sudoroso señor. No se trata de Magaly Medina bajándose el calzón al aire. No se trata de dos jovencitas concursantes agarrándose a golpes por el beso de un muchachito metrosexual. No. Esta vez se trata de una periodista o conductora que apela al chuponeo de conversaciones ajenas para revelar... y esto es lo más increíble ¡nada!
RMP apeló al triste oficio del chuponeo supuestamente para "probar" lo que todo el mundo sabía: que Luis Castañeda estaba relacionado con la revocatoria. ¿Pero acaso su partido Solidaridad Nacional no era el más comprometido? ¿Acaso el Secretario Nacional de SN, el Sr. Luna Gálvez, no estaba en campaña? ¿Acaso la vocera de los revocadores, la Sra. Patricia Juárez, no es miembro de SN? ¿Entonces qué es lo que RMP "probó" finalmente? ¡Pues nada! Solo hizo un escándalo para ver si los reflectores la iluminaban y podía ganarse alguito. A ese nivel llega la angurria de algunos.
Naturalmente RMP se ha defendido apelando a las ya conocidas argucias legales. Al igual que todo delincuente pretende utilizar el Código Penal en su favor. Dice en primer lugar que eso "técnicamente no es chuponeo" ya que no es una interceptación de una llamada telefónica. Tecnicismos. Pero además, si lo fuera, asegura que ella está en libertad de poder difundirlo por el "interés público". ¿Cuál interés público? ¿Saber que Castañeda está en una reunión de su partido? ¡Vaya! ¡Qué sorpresa!
RMP le ha espetado a sus críticos que se informen mejor y que lean el Código Penal. Ella no ha cometido delito alguno. Seguramente. Pero ¿qué hubo con la "moral pública" que esta señorona dice defender? Ella sabe muy bien que la receptación es un delito. O sea, comprar o recibir algo que se sabe que es producto de un robo. Eso dice el Código Penal. No habla específicamente de grabaciones o chuponeos. Pero acá el tema no es legal sino moral. Toda persona con un mínimo de criterio sabe perfectamente que el mercado hace el negocio. Y RMP es una defensora del libre mercado. Entonces debe saberlo.
Al igual que la producción de droga, el chuponeo existe porque hay un mercado para los audios y videos malhabidos. Lamentablemente ese mercado lo construyen periodistas sin escrúpulos, como RMP. Mientras alguien pague por esos productos habrá un cartel de delincuentes produciéndolos. No hay que escudarse en el falso valor del "interés público". En España, el famoso juez del progresismo militante Baltasar Garzón, fue condenado por ordenar grabaciones de llamadas telefónicas a unos abogados que seguían una causa con él. Ni siquiera este cándido juez pudo justificar un criterio superior o un valor supremo por encima del respeto a la intimidad y del buen comportamiento.
Ya es hora de que en este país se le ponga coto a estas malas prácticas periodísticas que siempre andan justificándose con el video Koury-Montesinos. Hay una gran diferencia entre descubrir las entrañas de un monstruo que se había apoderado del país, y revelar las intimidades, veleidades y ligerezas de un personaje sin cargo o de un simple candidato, sobre todo en el fragor o en el tramo final de una campaña. No hay que ser ingenuos. Ya es hora de detener a estos farsantes de la "moral pública" que solo quieren obtener utilidades personales o para su clan, apelando a tecnicismos legales. No podemos seguir tolerando que nos traten como adolescentes estúpidos.
Por: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: Blog Catarsis y Harakiri